American Visa (2005) Bolivian Drama
American Visa, la novela de Juan de Recacoechea en la que está basada la cinta homónima
de Juan Carlos Valdivia, reúne, tal como lo reconoció el propio realizador, los elementos
necesarios para hacer de ella7una cinta -si no prodigiosa- amena y entretenida. Ajustado al
género policial, el relato del escritor paceño rebosa de prostitutas, travestís, alcohólicos,
criminales de poca monta y políticos corruptos, todos habitantes de una La Paz descrita
entrañablemente hasta en sus más sórdidos vericuetos. Todos estos componentes le otorgan
un sabor especial a la historia del humilde profesor rural que, en el afán de tramitar la visa
americana para viajar a los Estados Unidos, cae en una red de corruptelas institucionales y
mafias impenetrables que convierten su trámite en un auténtico drama, para el que
encuentra apenas algo de sosiego en la cama de una prostituta que se enamora de él.
Quizá, en razón de estas cualidades, el también director de Jonás y La Ballena Rosada
(1995) se empeña en ofrecer al público una película narrativamente efectiva, favorecida por
la audacia muy prolija de la fotografía (que, a momentos, nos muestra una sede de
Gobierno aún más majestuosa en su geografía), la agilidad del montaje y la dinámica que el
jazz fusión y el pop actual aportan en la música. De las actuaciones tampoco podemos
quejarnos, pese a que los roles protagónicos los tienen las dos7 estrellas mexicanas,
Demián Bichir y Kate del Castillo, que, al margen de sus limitaciones para acomodarse a
los acentos y modismo locales, no deslucen la historia.
Lo que sí cabe criticarle a la película es lo diezmada que ha quedado la trama de relaciones
entre los personajes, que se torna aún más evidente al momento de establecer la
comparación con la novela. Algo similar pasa con las reflexiones y disquisiciones del
protagonista, reducidas, si mal no recuerdo, a una perorata muy cliché sobre la deprimente
realidad boliviana y a algunas puteadas con y contra los gringos. Y es que, seguramente en
el afán de conservar la mayor parte de los episodios narrados por de Recacoechea, el
director entonces afincado el México resignó una buena parte del espíritu crítico de la obra
original. Esto bien puede ser atribuible a la necesidad de Valdivia de no descuidar la
historia de amor que se cierne entre los protagonistas y que, a la larga, cobra mayor
importancia que el resto de los componentes de la historia. Y no está mal, pues lo mismo
sucede con la novela. Sin embargo, parecería que las consabidas limitaciones de tiempo del
filme no han sabido sobrellevarse de la mejor manera, dejando la impresión de que ninguno
de los hilos de la historia queda del todo enhebrado.
Son éstos, de seguro, lastres previsibles en cualquier adaptación cinematográfica de una
obra escrita. Y son, en buena parte, de responsabilidad del guionista -en este caso el propio
Valdivia-, que debiera tener, por un lado, la claridad necesaria para conservar los
componentes que hacen al espíritu de la obra y, por otro, la sangre fría para desechar
aquellos que son prescindibles para la adaptación fílmica.
En este sentido, la cinta podría haber ganado efectividad dramática si Valdivia se
habría decantado desde el principio, y no a medias, por concentrar sus esfuerzos en
narrar la historia de amor o bien en ensayar un descarnado examen de la realidad
boliviana. Con ello no quiero decir que debió de haber renunciado a dejar de lado
alguna de estas alternativas narrativas, sino que habría sido deseable que se abocara
sobre todo a una, precisamente para dar muestra de su mayor importancia frente a la
otra. Una cuestión de enfoque, en definitiva.